Cierto día el águila paseaba por el campo, buscando algo que llevar a la boca, en el camino se encontró con uno de sus mejores amigos, se saludan cordialmente conversan de aventuras pasadas, al despedirse de su amigo le invita a que asista a la fiesta de su cumpleaños. El Águila gustoso acepta la invitación y agradece. El Águila es siempre puntual en asistir a reuniones sociales con terno elegante; pero, al llegar a la casa hecha de menos la ropa, porque los encuentra algo arrugado; después de realizar el limpiado necesario, tiene que llevarlo donde un sastre para que así su terno negro esté bien planchado y elegante.
Faltando algunos días, sube al pueblo en busca del servicio de un sastre; después de encontrar una sastrería, el dueño era nada menos que el ave q’aqenkura, quién aceptó realizar el trabajito con el mayor gusto y que al día siguiente recoja. El águila el día citado y se encuentra con la sorpresa que el taller estaba cerrado; preguntando a sus vecinos recibe la ingrata noticia que, el sastre en referencia era un mentiroso, incumplido, un completo foraja y borracho. El águila al recibir estas informaciones se arrepiente de haber entregado; pero, su reacción era tarde y se retira con cierta desconfianza y preocupado. Al día siguiente busca y encuentra al sastre en la cantina, ebrio; preguntado por su terno, el sastre convence que esta listo y bien planchadito; que recoja temprano el día de la fiesta; así se retiró el águila. En la mañana de asistir al compromiso, se acerca al taller encuentra otra vez al sastre, mareado; el águila con voz de enojo exige a que entregue su terno, el sastre se pone en apuros, simula buscar; tanto esperar, el Marianu (águila) ya no podía soportar y de cólera le arremete físicamente. Busca su terno y no encuentra, avanzaban las horas para asistir al compromiso; después de rebuscar, en un rincón solo encuentra su saco, mientras el sastre se escapó; como faltaba pocos minutos, el águila, después de tanto protestar por la urgencia, solo se puso su saco negro con el que apurado se dirige a la fiesta; con ropa interior, y sin pantalón, por ésta burla hecha por el sastre (q’aqenkura). El marianu odia con todo su alma hasta el día de hoy, no queriendo verlo ni pintado; el q’aqenkura se cuida bastante del águila, quien con solo ver al marianu (águila) se esconde o escapa, de lo contrario no se sabe que suerte correría al sastre.
Faltando algunos días, sube al pueblo en busca del servicio de un sastre; después de encontrar una sastrería, el dueño era nada menos que el ave q’aqenkura, quién aceptó realizar el trabajito con el mayor gusto y que al día siguiente recoja. El águila el día citado y se encuentra con la sorpresa que el taller estaba cerrado; preguntando a sus vecinos recibe la ingrata noticia que, el sastre en referencia era un mentiroso, incumplido, un completo foraja y borracho. El águila al recibir estas informaciones se arrepiente de haber entregado; pero, su reacción era tarde y se retira con cierta desconfianza y preocupado. Al día siguiente busca y encuentra al sastre en la cantina, ebrio; preguntado por su terno, el sastre convence que esta listo y bien planchadito; que recoja temprano el día de la fiesta; así se retiró el águila. En la mañana de asistir al compromiso, se acerca al taller encuentra otra vez al sastre, mareado; el águila con voz de enojo exige a que entregue su terno, el sastre se pone en apuros, simula buscar; tanto esperar, el Marianu (águila) ya no podía soportar y de cólera le arremete físicamente. Busca su terno y no encuentra, avanzaban las horas para asistir al compromiso; después de rebuscar, en un rincón solo encuentra su saco, mientras el sastre se escapó; como faltaba pocos minutos, el águila, después de tanto protestar por la urgencia, solo se puso su saco negro con el que apurado se dirige a la fiesta; con ropa interior, y sin pantalón, por ésta burla hecha por el sastre (q’aqenkura). El marianu odia con todo su alma hasta el día de hoy, no queriendo verlo ni pintado; el q’aqenkura se cuida bastante del águila, quien con solo ver al marianu (águila) se esconde o escapa, de lo contrario no se sabe que suerte correría al sastre.
NUESTRA ACTITUD NO SIEMPRE DEBE CONFIARSE A TERCERAS PERSONAS SIN ANTES CONOCER SU PERSONALIDAD.
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